Semblanza

Mi primer encuentro con las artes escénicas fue como espectador, mi padre nos llevó a mi hermano y a mí a ver De dulce, de chile y de manteca, espectáculo para niñas y niños producido por el Grupo Cultural Zero, al otrora Teatro 5 de Mayo en el deportivo del mismo nombre enclavado en la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco de la ciudad de México. Mi tío, Eduardo López Martínez, hacía de león en aquella fábula de Esopo en la que el así llamado "rey de la selva" es salvado por un ratón que, en agradecimiento por no haber sido comido antes por el león mismo, roe la red en la que éste ha caído; al final de la función, mi padre nos llevó a los camerinos y vi que el león en verdad era mi tío... creo que fue allí, a mis 5 ó 6 años de edad, donde el teatro comenzó a perder para mí lo que tenía de mágico.

Años más tarde, tendría yo unos 9 años, mi padre nos llevó a ver una función del Grupo de Teatro y Poesía Coral Mascarones a la Alameda Central, también en la ciudad de México; se trataba de Las calaveras de Posada... yo sé que no es posible, porque el Zero se creó en junio de 1978 por las y los jóvenes que aquél año se separaron del Mascarones que dirigía Mariano Leyva; pero, en mi memoria es mi tío Eduardo quien hace de La Catrina y dice aquello de: "No es cuestión del gran cisma" con una fuerza (¡qué poderoso se veía saliendo o levantándose la memoria juega al olvido conmigo del ataud!) que me reconcilió, más o menos, con el oficio de Tespis. La reconciliación en serio fue cuando mi padre nos llevó a ver Los dos hermanos, de Felipe Santander; yo tenía, no sé, 12 ó 13 años, pero mi papá le dijo a quien estaba en la puerta del Teatro Xola del IMSS que tenía 15: la escena en el congal mientras sonaba en los bocinas "Échale un quinto al piano y que siga el vacilón", como dicen en Torreón, estuvo con madres.

De todos modos, nunca quise hacer teatro; lo mío, lo mío aunque estos 20 kilos de más parecieran desmentirme, siempre fue el deporte: correr, nadar, jugar futbol o baloncesto o volibol, era mi verdadera pasión. Pero, después de los sismos de 1985, que nos llevaron a San Luis Potosí (donde entrené baloncesto) y luego a Querétaro (donde jugué volibol y de nuevo baloncesto y entrené natación), llegamos a Torreón y el 11 de agosto de 1990 atravesé el umbral del aula audiovisual que desde hace más de 30 años ha sido el cuartel general del Grupo de Teatro Compañeros, capitaneado por el maestro Benjamín Gómez Jiménez, en la Escuela Preparatoria Federal por Cooperación "Calmecac". De entonces a la fecha, he participado en más de medio centenar de puestas en escena como actor, director, dramaturgo, asistente de dirección y técnico de iluminación y sonido, trabajando con hombres y mujeres de teatro, danza, música, performance y narración oral de la talla de Alfonso López Vargas, Virginia Valdivieso, Magda Murguía, Alicia Torres Garza, José Luis Urdaibay, Eduardo López Martínez, Beatriz Falero, Berta Alicia Macías Lara, Emmanuel Márquez, José María Mantilla, Hugo Arrevillaga, José Ramón Enríquez, Sergio Galindo, Margarita Sanz, Gilberto Guerrero, Dagoberto Gama, José Raúl Bravo, Eduardo Contreras Soto, Raúl Kaluriz, Jorge Ávalos, Raúl Zambrano, Paola Izquierdo, Fernando Morales, Ana Luisa Alfaro, Miguel Ángel Canto, Francisco Marín, Juan de Dios Rath, Nelson Cepeda Borba, Wilberth Herrera, Yatzaret Castillo, Ulises VargasPablo Herrero; entre otras y otros.

En 1993, el maestro Alfonso López Vargas me permitió acompañarle como adjunto en el Taller de Iniciación Teatral que impartía en la, creo, extinta Casa de la Cultura de Torreón; puede decirse, aunque la labor de Compañeros sea, por su carácter amateur, más una labor de promoción que de producción teatral, que así comencé a alternar el trabajo de creación escénica con lo que algunos, valga el neologismo, llaman promotoría cultural. Un par de años después, viviendo ya en Morelos y siendo integrante de lo que quedaba del Zero, esa experiencia me permitiría ser parte del equipo de promotores comunitarios de Cultura Joven, A.C. y participar en la generación de un modelo de intervención social que tiene como premisa la investigación en la acción, aportando algunas técnicas de las artes escénicas como herramientas para la animación sociocultural. Esta labor me ha llevado, por otra parte, a desempeñarme como docente impartiendo talleres y cursos de artes escénicas y literatura, además de la Casa de la Cultura de Torreón y de Cultura Joven, A.C., en instituciones como el Centro de Encuentros y Diálogos, en Morelos; los Centros de Prevención Comunitaria Reintegra, I.A.P. y la Escuela de Iniciación Artística No. 2 del INBA Mtro. Héctor Correa Zapata, en el Distrito Federal; Yaaxil tu Ser, Desarrollo e Integridad, A.C., en Yucatán, y la Universidad Modelo, y la Escuela Superior de Artes de Yucatán en el estado del mismo nombre; entre otras.

La influencia de mi padre, en tanto que junto a la de mi madre ha sido la más determinante de las muchas influencias de las cuales me reconozco heredero, no solo me llevó al teatro y, de allí, a la docencia (mi abuela y mi abuelo paternos fueron maestros). Mi papá, José Sebastián López Martínez, es un obrero telefonista que aún jubilado no ha dejado de ser un luchador sindical; su tarea más destacada dentro de la historia del STRM fue dirigir la revista Restaurador 22 de Abril, órgano oficial de su sindicato, en su etapa más combativa (antes había promovido la existencia de El Telefonista, órgano independiente de los telefonistas, y El Guajolote, órgano del movimiento democrático telefonista). Así, pues, a finales de 1993, al teatro y a la promoción cultural, que incluía la docencia, sumé una labor periodística que me ha llevado a colaborar en diversos medios impresos y electrónicos, como El Juglar, suplemento cultural de la Universidad Autónoma de Coahuila, y "El Circo", suplemento del periódico El Regional del Sur; el Grupo Radio Estéreo Mayrán y "La Banda", programa de radio para el entonces Sistema Morelense de Radio y Televisión; las revistas Generación Z, Universitarios, Paso de Gato, Al pie de la letra, Eureka!, El Sótano y Origama; los diarios La Opinión, llamado ahora Milenio Laguna, Noticias de El Sol de La LagunaEl Siglo de Torreón, La Jornada Morelos y Milenio-Novedades de Yucatán, y los medios alternativos Tercera Información, Bottup y Artezblai.

Egresado del Centro Universitario de Teatro de la U.N.A.M. con estudios superiores en Actuación y habiendo cursado el Diplomado en Gestión y Promoción Cultural del otrora Instituto de Cultura de Morelos, mi formación académica teatral y sociocultural incluye estudios teóricos y prácticos en expresión corporal, historia del teatro, análisis del texto dramático, combate escénico, producción teatral, narración oral escénica, acrobacia, expresión verbal y técnica vocal; así como patrimonio artístico, histórico y cultural; diseño, planeación y realización de eventos culturales; autodiagnóstico comunitario y planeación cultural. Sin embargo, mis aprendizajes más significativos han ido de la mano de cuatro experiencias que han sido, más bien, de desaprendizaje: la praxis del así llamado neozapatismo y cada una de sus iniciativas políticas a lo largo de más de 20 años; el hecho de ser, más que maestro, alumno de mis alumnos, durante más de dos décadas de trabajo sociocultural con niñas y niños, adolescentes y jóvenes del campo y la ciudad; ser papá, nada más y nada menos que de Adis Eduardo, y, ahora, con la compañía y el amoroso apoyo de Malky Castro Zavala, ser un hombre que trabaja consigo mismo para vivir una vida sin violencia para sí y la mujer que ama.

A partir de 2007 adopté el apellido Liera como un homenaje personal al hombre de teatro (dramaturgo, poeta, director, actor, promotor cultural), autor de El jinete de la Divina Providencia y Camino rojo a Sabaiba; entre muchas otras obras: Óscar Liera. Reciéntemente, colaboré en Tapanco Centro Cultural, A.C., donde fui coordin@ctor del Seminario de herramientas escénicas (y sociales) para la acción comunitaria (antes, Seminario de Actu@cción: herramientas escénicas para la actuación social); llevé a cabo una doble investigación (investigación en la acción) de praxis escénica, colaborando con proyectos de la asociación civil El Hombre Sobre la Tierra, y he escrito ocasionalmente para la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), los periódicos digitales Tercera InformaciónRebelión y Edulibertad; la revista Soma, Arte y Cultura y el nodo-caracol virtual La Hija de La Otra Chilanga (antes, La Sexta Nius; antes, La Otra Chilanga).

Actualmente, presido la Comisión de Vigilancia de la Red Alterna para las Artes Escénicas, S.C. de R. L.; imparto cursos de inmersión al español como lengua extranjera en Habla Centro de Lengua y Cultura; colaboro como tejedor de redes sociales en Kaaxankilil Río Abierto Yucatán, al tiempo que hago un trabajo de investigación en torno a la construcción de masculinidades no hegemónicas usando las artes escénicas como herramienta terapéutica; escribo sobre artivismo en el medio digital Miradas Múltiples, y camino junto al Congreso Nacional Indígena y su Concejo Indígena de Gobierno.