27 de enero de 2017

Trump, ¿fascista o simple bullyador?

Termina el programa eufemísticamente llamado mesa de debate. Una etiqueta ("hashtag", que le dicen: #MéxicoEnLaEncrucijada) pretende servir de idea llave para invitar al televidente a pensar que la cosa está, para decirlo en términos academicistas, de la chingada.

Una sola mujer en el club de Toby y eso porque es la moderadora; otra en las llamadas, y párele de contar.


El ex canciller y el ex vocero presidencial coinciden con los historiadores y los periodistas que el personaje de marras es un demente. Las voces tras los teléfonos van de la autopromoción y los baños de pureza del sector empresarial y religioso a los intentos de llevar agua a su molino y la insultante amnesia de la clase política, incluyendo los dos ex presidentes que iniciaron la sangría en que hoy está envuelta la nación entera.

Concluyen que el personaje de marras es un demente... ¿ya lo había dicho?; que sus tuits son una franca declaración de guerra y que pensar el cómo se responderá como país a ello exige hacerlo desde ése lugar: que esta es una guerra. Llaman, pues, a la unidad de todos los sectores y a resistir; pero, lo hacen de un modo que más bien pareciera que llaman a olvidar que fueron ellos y sus socios y/o patrones quienes tienen al país hecho jirones en su férrea defensa, ora desde la academia y los medios de comunicación, ora desde la administración pública, de un modelo de producción económica criminal con base en la explotación, el despojo, la represión y el desprecio.

Llaman, más bien, a aguantar.

Se preguntan: ¿quién podrá encabezar el llamado a la unidad y a la resistencia? La respuesta, al menos en lo que a unidad toca, se antoja imposible.

En cuanto a resistir el panorama es menos desolador; se puede, por ejemplo, caminar y aprender de quienes tengan más experiencia, por ejemplo, los pueblos indígenas organizados (que, dicho sea de paso, han resistido incluso a los mismos que estaban sentados a la mesa cuando desde sus revistas, canales de televisión y dependencias han justificado lo injustificable y sido cómplices del robo y la burla que el pacto nacional receta a los mismos pueblos indios): en las guerras llamadas de Independencia, de Reforma y de Revolución, los principales protagonistas fueron, siempre, los pueblos indios; sin embargo, quienes tomaban las decisiones tácticas y estratégicas, prefirieron, casi siempre, caminar en sentido contrario a los pueblos y a favor de los intereses de la burguesía, haciendo de la independencia un sueño, de la reforma el paso de la colonia criolla al capitalismo mestizo del siglo XIX y de la revolución un mal chiste.

Hoy, el país, si se mira a sí mismo, parece una hamaca rota a medio urdir. ¿Quién pondrá la sangre y el sudor: la vida?; parece que las y los mismo de siempre. ¿Quién obtendrá las ganancias?; parece que, también, las y los mismos de siempre.

Por lo pronto, una pregunta flota en el aire y se desliza por las trompas de Estaquio hasta mi corteza cerebral: ¿no les da un poquito de vergüenza a todos estos tipos?

¿Con qué calidad moral nos hablan estos personajes?, ¿la de ser funcionarios foxistas?, ¿la de trabajar para la empresa de televisión que hizo de la presidencia de la República en 2012 su proyecto más ambicioso de eso que llaman "marketing" y del mismo presidente su mercancía más impresentable y no sólo por defectuosa?, ¿la de ser los empresarios que han encabezado la cruzada nacional por hacer del nuestro un país anclado a la miseria?; en fin, la de ser cómplices y en algunos casos hasta autores materiales de los crímenes del sistema-mundo capitalista en tierras mexicanas.

El problema no es Trump, o no sólo; el problema es el sistema-mundo criminal que lo produce. ¿Un bullyador?; no, no nada más: un fascista.

De ese tamaño es la amenaza.

Pero arriba, mientras tanto, la amnesia nada ingenua, el saqueo, la explotación, la represión y el desprecio, como el de esta mesa, continúan.

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